La incorporación de sistemas de inteligencia artificial a la enseñanza no solo está transformando metodologías y costes, sino que está redefiniendo el papel de academias y profesores en un mercado cada vez más sensible al precio, a la experiencia del alumno y a la eficacia real del aprendizaje. Algunas academias están logrando adaptarse mientras que otras se van quedando fuera del mercado.
La entrada de la inteligencia artificial en el ámbito educativo ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una realidad operativa. Especialmente en sectores como la enseñanza de idiomas, la IA ya no se limita a tareas auxiliares, sino que asume funciones tradicionalmente reservadas al docente: práctica oral, corrección, seguimiento del progreso y adaptación al nivel del alumno.
Este avance ha reactivado un debate incómodo pero inevitable: si la inteligencia artificial está llamada a complementar al profesor tradicional o, en determinados contextos, a sustituirlo por completo.
El factor decisivo: el precio por hora y una calidad suficiente
Más allá de las consideraciones pedagógicas o éticas, existe un elemento que está acelerando el cambio con una fuerza difícil de ignorar: el coste.
El precio de una clase particular con un profesor tradicional—ya sea presencial u online— se ha incrementado de forma sostenida en los últimos años. En muchos casos, este coste convierte la práctica regular en un lujo al alcance de pocos alumnos, especialmente cuando se trata de sesiones individuales y continuadas.
Frente a este escenario, modelos basados en inteligencia artificial, como el desarrollado por la startup española GlobAI Academy, han introducido una ruptura significativa. Según datos del propio sector, el precio por hora de práctica puede llegar a ser hasta diez veces inferior al de una clase particular tradicional. Esta diferencia no es marginal: es estructural. Más aún, cuando la calidad es suficiente, ya que aunque no sean clases al 100% idénticas que con un profesor tradicional, están muy muy cerca de serlo, y ello es suficiente para el alumno, especialmente el alumno joven.
Y es precisamente esta brecha de costes la que explica un fenómeno que hasta hace poco parecía impensable: la aceptación mayoritaria, por parte de los alumnos, de que el profesor en la videollamada sea una IA y no un humano.
Cuándo la IA sustituye
En este contexto, conviene evitar respuestas simplistas. La inteligencia artificial no siempre complementa. En algunos casos, sustituye directamente.
Está sustituyendo, sobre todo, a aquellas academias tradicionales que no han adaptado su modelo de negocio ni su propuesta de valor. Centros basados exclusivamente en clases presenciales, con poca flexibilidad horaria y sin escalabilidad tecnológica, están quedando fuera de mercado frente a soluciones que ofrecen práctica intensiva, disponibilidad permanente y precios enormemente inferiores.
Para el alumno, la decisión es pragmática: si puede practicar conversación durante muchas más horas, a una fracción del coste, y con resultados funcionales, la resistencia al cambio se diluye. La figura del profesor humano deja de ser un requisito indispensable y pasa a ser una opción entre otras.
Cuándo la IA complementa
El impacto, sin embargo, no es homogéneo. En otros entornos, la inteligencia artificial no elimina al profesor, sino que refuerza su labor.
Cada vez más academias y docentes utilizan sistemas de IA como herramienta adicional para que el alumno acumule más horas de práctica sin que el coste se dispare. El profesor humano mantiene su papel central en la explicación, la evaluación cualitativa y la orientación pedagógica, mientras que la IA cubre un vacío histórico del sistema educativo: la falta de práctica oral continuada y asequible.
Este modelo híbrido permite algo hasta ahora difícil de conseguir: aumentar la exposición del alumno al idioma sin multiplicar proporcionalmente el precio.
No toda la IA educativa es lo mismo
Uno de los errores más frecuentes en el debate público es equiparar todas las soluciones educativas basadas en IA. No es lo mismo mantener una videollamada interactiva con un profesor IA que utilizar aplicaciones de autoaprendizaje basadas en ejercicios breves y rígidos.
Las plataformas tipo Duolingo y similares se apoyan en actividades muy estructuradas, repetitivas y de corta duración. Su interacción con la IA es limitada y, en la mayoría de los casos, no existe una conversación real ni una adaptación profunda al alumno. Estas aplicaciones suelen presentar tasas de abandono elevadas, precisamente porque el aprendizaje resulta fragmentado y difícil de sostener en el tiempo.
Además, su eficacia para desarrollar competencias complejas —como la fluidez oral o la comprensión contextual— es limitada.
Por el contrario, los modelos basados en videollamadas con profesor IA reproducen, con matices, la lógica de una clase particular: diálogo continuo, corrección en tiempo real, adaptación al nivel y práctica prolongada. Esta diferencia metodológica tiene un impacto directo en los resultados y en la percepción de valor por parte del alumno.
Eficacia y coste: una comparación incómoda
Existe también una paradoja económica poco mencionada. Aunque muchas aplicaciones educativas se perciben como “baratas”, su coste acumulado no siempre lo es. Las suscripciones mensuales, combinadas con su limitado impacto en el aprendizaje práctico, hacen que en términos de coste no resulten necesariamente más económicas que contratar dos o tres clases semanales con un profesor IA de soluciones como GlobAI Academy.
En este tipo de herramientas, el alumno accede a sesiones de práctica conversacional reales, a un precio que sigue siendo muy inferior al de un profesor humano. Para muchos usuarios, esta combinación de precio, intensidad y eficacia resulta determinante.
Un cambio silencioso en el perfil del alumno
Hay, además, un factor menos visible pero igualmente relevante: la experiencia emocional del aprendizaje.
Numerosos alumnos, especialmente aquellos con perfiles tímidos o introvertidos, declaran sentirse más cómodos interactuando con una inteligencia artificial que con un profesor humano. La ausencia de juicio, la repetición ilimitada y la posibilidad de cometer errores sin presión social generan un entorno de aprendizaje percibido como más seguro.
Este aspecto, a menudo subestimado, está influyendo de forma decisiva en la adopción de estas tecnologías.
Un mercado en plena reconfiguración
La consecuencia de todo ello es un mercado educativo que se está reordenando a gran velocidad. No todas las academias desaparecerán, ni todos los profesores serán sustituidos. Pero sí es evidente que los modelos que no se adapten quedarán relegados.
La inteligencia artificial introduce una segmentación clara: sustituye donde el valor añadido humano no compensa el sobrecoste, y complementa donde el docente aporta un diferencial que la tecnología aún no puede replicar.






