Dos por dos siete y me llevo tres

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Olvidense de los Adam Smith, Robert Malthus o Karl Marx, economistas lapidados por el paso de los tiempos. También de John Keynes, Kenneth Galbraith y otros, los creadores del capitalismo salvaje, una concepción que solo era válida para los ambiciosos sin alma…

A Milton Friedman, en cambio, se le podría absolver, aunque su máxima para contener la inflación limitando la oferta del dinero en circulación, era como la economía de la abuela. De cajón es que si no hay dinero en circulación, no se compra. Y si no se compra, los fabricantes y comerciantes, preferirán vender sus productos más baratos, antes de que se pudran en los estantes.

Una dinámica que, inexorablemente, hará reducir la inflación. Sin embargo, si aportó cosas positivas. Era partidario del libre mercado, la base del capitalismo. Consideraba a este sistema, como el único capaz de hacer mover el mundo y de crear riqueza y ahí coincidía con el Keynes y el Galbraith.

Pero, al contrario que aquellos, si daba un papel al Estado como garante del sistema, frente a la apuesta exclusiva por el individuo. Una aportación que los Estados avanzados de Europa la supieron sabiamente desarrollar.

La economía, esto lo digo yo, toda ella, los pilares fundamentales, se reducen a unas fórmulas muy simples. Yo fabrico un producto que me lleva un trabajo acabarlo y a su coste, debo añadirle el valor de los materiales y gastos empleados. Luego quiero venderlo y he de recibir por él un valor equivalente. Esa fue la base inicial del sistema.

Pero ¿cómo lo aplicamos hoy? ¿cómo lo podemos transpolar aquella rudimentaria acción de supervivencia al modelo económico actual? …Los sistemas productivos han avanzado tanto que, aparentemente, en nada se parecen a aquellos antecedentes prehistóricos del trueque. Hoy las cosa funcionan bajo los parámetros de la producción y el consumo a escalas gigantescas, pero en esencia, la acción y el efecto, vienen a ser los mismos.
Son las dos patas del sistema. La producción hoy la tenemos hasta por las orejas, no hay problema con ella. Los avances de la ciencia y la técnica lo avalan. El problema o llámese crisis, se producen cuando el consumo falla, que entonces la máquina deja de funcionar.

Si esto ocurre, como en España, el sistema se colapsa. Si no hay consumo, la producción se detiene. Y si no hay producción, el paro se apodera de la sociedad porque deja de consumir. Un círculo vicioso que durará hasta que se inviertan los términos.

¿Cúal es la solución? Es de una sencillez que causa sonrojo. El capitalista español, es algo endémico, trata de fabricar su producto lo más barato posible, casi siempre a costa de la merma de los salarios y luego quiere venderlo lo más caro posible. Con esa filosofía, el capitalista estúpido, se está cargando el sistema, porque su avaricia le impide ver que está matando al consumidor y que sin consumidores, no hay capitalismo que aguante. Los bienes de consumo se pudrirán en los estantes por falta de compradores.

Un capitalista inteligente no matará la gallina de los huevos de oro, el consumidor. Venderá su producto lo más barato que se pueda, y pagará el salario más alto posible. Eso es crear consumidores…

Si, es cierto que se ganará menos por producto vendido, pero a cambio, venderá muchos más. Luego los beneficios no bajarán. Al contrario, habrá de construir más fábricas que emplearán a más trabajadores, nuevos consumidores, en suma, que comprarán los bienes fabricados, creando con ello, un círculo virtuoso de la economía…

Y donde no llegue el mundo empresarial, lo hará el Estado liberando recursos para el consumo mediante potentes políticas sociales.

Los más escépticos dirán que eso es una utopía, pero nada más lejos. Es lo que impera en los países avanzados de Europa, incluida la más capitalista de todas: Suiza. Si los sistemas sociales desaparecieran en esos países, Europa se españolizaría. Las consecuencias serían catastróficas. Aquí, en cambio, eso apenas se nota. Estamos en esa crisis desde siempre.

Escrito para azperiodistas.com por Charneguet.