«Hemos perdido a uno de los visionarios más venerados y prolíficos de la música», ha sido la frase con la que su entorno ha comunicado a través de Facebook que el mítico cantautor canadiense moría esta madrugada a los 82 años.
Un adiós esperado, Cohen estaba enfermo: «Confinado en los barracones», como él mismo decía. Pero un adiós que deja una estela de medio siglo de música personalísima, íntima, irónica, inteligente y única y que a pesar de su delicado estado de salud, termina con un broche, su último disco ‘You Want it Darker’, grabado en su casa con la ayuda de su hijo Adam.
Cohen le ha cantado a todo durante 10 décadas; al amor, al sexo, a la paz, a la guerra, a la alegría, a la tristeza, a la enfermedad…, siempre desde lo más íntimo, siempre después de tiempo de reflexión para componer sus temas y ofrecerlos al público con su voz grave, embutido en su traje negro.
Poeta, novelista, compositor, cantante, siempre en búsqueda espiritual, siempre investigando sobre el alma humana, la vida de Cohen fue poco ortodoxa, quizá precisamente eso lo convirtió en un artista tan personal al mismo tiempo que tan capaz de transmitir a un público de todos los gustos y edades.
Nacido Quebec el 21 de septiembre de 1934. De familia judía, empezó a tocar la guitarra de adolescente.
Cursó estudios universitario en la isla griega de Hidra, donde se compró una casa por 1.500 dólares, y conoció a la que sería una de sus muchas amantes y musas, la recientemente fallecida Marianne Ihlen. Allí escribió libros de poesía, como ‘Flores para Hitler’, y también novelas como ‘Beautiful Losers’ o ‘Favourite Game’
No tuvo mucho éxito literario. Enn 1966 se fue a Nueva York atraído por el ambiente de la música folk, donde encontro amigos como Lou Reed, Patti Smith y, particularmente, Judy Collins, que fue la primera en grabar ‘Suzanne’, después de que Cohen se la cantara por teléfono.
Su miedo escénico le acompañaba en todas sus actuaciones y su recurso de alcohol y drogas para vencerlo le hizo sufrir episodios depresivos que le impulsaron también a explorar muchas religiones, incluso pasó varios años como monje budista en vida de asceta en Los Ángeles.
En esa misma ciudad presentaba hace solo unas semanas su último disco. «No tengo ni idea de lo que estoy haciendo», les dijo a los periodistas. «Conforme me acerco al final de mi vida, tengo menos y menos interés en examinar lo que deben ser evaluaciones y opiniones muy superficiales sobre el significado de la vida o el trabajo de uno. Nunca me incliné a hacerlo cuando estaba sano y ahora me inclino menos».
Vivía en Los Ángeles con su hija Lorca y su nieto de 5 años. Esta madrugada ha pronunciado su último adiós, que deja de legado una de las carreras musicales esenciales para cualquiera que entienda que el arte descubre y dignifica al ser humano.