Villaflores de Guadalajara, en «riesgo de derrumbe»

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Este martes 16 de junio, la Asociación Hispania Nostra ha incluido al poblado de Villaflores, a 5 kilómetros de Guadalajara, en su Lista Roja del Patrimonio por el riesgo de derrumbe que presenta.
Pese a que en abril de 2015 el poblado era catalogado como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico, su estado es de abandono total, sujeto a toda clase de actos vandálicos. Los interiores de los edificios se encuentran en completa ruina. Con él, son 23 los monumentos de la provincia que se encuentran en grave peligro y 69 en toda la comunidad de Castilla-La Mancha.

El poblado de Villaflores se sitúa en el sureste de la ciudad de Guadalajara, a una distancia de unos 5 Km, en un paraje conocido como el Sotillo y colindante con la cañada Real Galiana.
El lugar sobre el que se enclava el poblado perteneció al término municipal de Iriepal, denominado Villaflores durante los siglos XVII y XVIII.

La construcción del poblado comenzó entre 1886 y 1887. Destaca por ser uno de los pocos ejemplos de colonia agrícola del siglo XIX que se pueden encontrar en la provincia de Guadalajara y uno de los más completos de Castilla-La Mancha.
Su construcción fue encargada por María Diega Desmaissières y Sevillano, condesa de la Vega del Pozo y duquesa de Sevillano (1852-1916), personaje indispensable para comprender la evolución de la ciudad de Guadalajara a finales del siglo XIX, que dedicó su enorme fortuna a mejorar las condiciones sociales de los alcarreños pobres.
El palomar, las viviendas de los trabajadores, la capilla y el edificio principal son obra de Ricardo Velázquez Bosco, uno de los más conocidos arquitectos de su época.
Se ignora quién fue el autor del resto de las construcciones. El poblado se inauguró en 1887.

Consta de una casona principal, un gran palomar en forma cilíndrica, cuatro edificios de viviendas, dos pozos con noria y una pequeña ermita rodeada de un cementerio. Para la construcción de todos sus edificios se usó la mampostería de piedra caliza reforzado con el ladrillo visto y decoración de cerámica.

El edificio principal o casa de labor es el edificio de mayores dimensiones. En su interior se situaban dos viviendas, unas oficinas y la escuela. En las naves laterales y trasera se encuentran los espacios destinados a pajar, granero y cuadra. En este último destaca una estructura de madera volada que se habría empleado para soportar los camastros de los arrieros.

El palomar es el edificio más sobresaliente del conjunto. En su parte superior sobresale un pequeño cuerpo que nace del anillo interior, rematado con una bóveda de media naranja. Esta bóveda sustituyó a una cubierta plana destruida en los años 40 del siglo XX por un rayo. El acceso se encuentra elevado para proteger el interior de la entrada de depredadores.

La capilla del poblado se dedica a San Diego y está rodeada por una cerca de planta ovalada. Está divida en tres salas: un acceso, la capilla propiamente dicha cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos, y la sacristía. Es el único edificio del complejo cubierto con teja cerámica plana.
El grupo de viviendas está dividido en cuatro bloques pareados de dos plantas cada uno.