El panorama político y socioeconómico en España

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No corren buenos tiempos para la política española. El fin del bipartidismo, si bien ha ampliado algo, aunque no mucho, el panorama ideológico partidista, también ha causado una disgregación que ha afectado a la obtención de la mayoría absoluta. Esto quiere decir una cosa: para que el partido más votado sea investido, hay que pactar, y ha quedado claramente demostrado que los grandes mandatarios políticos no están dispuestos a ceder y establecer alianzas tan fácilmente. La frustración entre la población votante es intensa.

¿De qué sirve introducir tu papeleta en la urna si después tienes que asistir maniatado a la farsa electoral de los pactos?

Esta es la realidad: en nuestra democracia parlamentaria, el ciudadano, con neutralidad de género, no tiene voz y voto. Cedemos al poder a unos pocos confiando en que respetarán nuestras exigencias, pero no lo hacen. Mientras los meses pasan y se habla ya de nuevas elecciones, solo las personas de a pie situadas en la base de la jerarquía económica y social sufren las consecuencias. Familias enteras se ven obligadas a subsistir en el umbral de la pobreza, y gentes de una mal llamada e inexistente clase media solicitan créditos rápidos y préstamos rápidos para poder llegar a fin de mes. El activismo social apenas hace mella en la clase política y a menudo sentimos que los españoles y las españolas no tenemos control sobre nada.

En estas circunstancias, solo hay una cosa que podemos hacer: seguir luchando. Pero, aunque para mucha gente esto sea difícil de comprender, luchar equivale a salir a la calle o, por no pecar de capacitismo, batallar en redes sociales. Si bien votar es importante para impedir que ciertas élites de ideología extrema no asciendan ni ganen poder, la votación forma parte de la democracia burguesa y apenas supone un poder real para el pueblo. Las manifestaciones, las huelgas, la concienciación social, son esenciales para exigir, que no solicitar amablemente, los derechos sociales que merecemos. La justicia y la igualdad no se piden por favor.

Ni votar ni manifestarse son opciones políticas excluyentes. Mientras existan partidos que prometen una renta mínima universal, una educación y una sanidad pública y gratuita para todas las personas con independencia de su etnia, su raza, su género y su situación personal, el acto de ir a las urnas sigue siendo importante. Pero no nos engañemos: algo funciona muy mal en el sistema que tenemos.