La teoría de la evolución también explica las enfermedades cardiovasculares en humanos

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Las enfermedades del corazón y los vasos sanguíneos son la primera causa de mortalidad en el mundo. Todo el mundo es consciente de  que los estilos de vida no saludables están entre sus principales causas. Lo que quizá no es del dominio público es que es también una consecuencia de la evolución de las especies.

Hace unos 63 millones de años se produjo una mutación, en alguno de nuestros ancestros primates, de manera que perdió un gen necesario para la producción de vitamina C, también conocida como ácido ascórbico. Esta vitamina es esencial para el bienestar de todos los animales por lo que, para los portadores  de ese cambio genético, las consecuencias podrían  ser mortales.

En realidad no solo no fue una mutación letal sino que, en aquel entonces, no tuvo mayores consecuencias. Aquellos animales no necesitaban sintetizar ácido ascórbico porque vivían en un ambiente tropical, con abundantes frutas ricas en vitamina C, que era la base de su alimentación. Por tanto, aunque eran incapaces de producirla por sí mismos, la adquirían mediante la ingesta.

Con el transcurrir del tiempo el clima cambió y la pérdida de aquel gen, necesario para producir vitamina C, fue de vital importancia. Obligó a algunos de estos primates, que hasta entonces vivían en los árboles, a recorrer grandes distancias por la sabana, que había sustituido al bosque, en busca de nutrientes (entre ellos de vitamina C). Parece que entonces se inició el bipedismo (caminar sobre dos patas), uno de los primeros pasos en el proceso de humanización de los homínidos.

La falta crónica de  ácido ascórbico provoca que las paredes de los vasos sanguíneos se lesionen –se agrieten-. Se vuelven frágiles y pueden surgir hemorragias. Además el organismo intenta reparar esas grietas rellenándolas con colesterol. Con el tiempo se van formando placas, que terminan por dificultar el flujo de sangre. Puede ocurrir en distintas partes del cuerpo dando lugar a sangrados (enfermedad del escorbuto). También se ha relacionado con la aparición de infartos e ictus.

Casi todos los mamíferos pueden sintetizar su propia vitamina C. Solo los seres humanos y algunos animales- ciertos primates superiores y los cobayas- son incapaces debido a un defecto genético. Según la teoría de la evolución si , como afirma, tenemos un antepasado común con el resto de mamíferos se esperaría que en algún antepasado nuestro, y de ese grupo de primates (orangutanes, chimpancés, macacos..), se hubiera producido esa mutación.  Si es así, debería quedar la evidencia en sus genes. Pues bien, se ha descubierto que en nuestro genoma existe el pseudogén de la vitamina C. Es una versión del gen, pero dañada, que ha perdido su función. Los primates superiores también lo tienen, lo que sería una prueba de que todos descendemos de algún primate primitivo que adquirió la mutación.

Los pseudogenes se vienen utilizando, para estudiar la evolución de las especies, porque son testigos de capacidades, o estructuras, que la especie tenía en el pasado y que perdió sin influir de manera significativa en su supervivencia. En los seres humanos se conocen 11.224 pseudogenes, uno de ellos encargado de la síntesis de la vitamina C.

El déficit crónico de vitamina C está relacionado con los trastornos cardiovasculares. Solo nosotros, y algunos mamíferos, fundamentalmente de la familia de los primates, podemos sufrir esa carencia por un defecto genético que compartimos. Este déficit no es sino otra prueba más de la relación evolutiva de los seres humanos con otros primates, y además explicaría la especial susceptibilidad de nuestra especie a las afecciones de la circulación sanguínea y linfática.